lunes, 10 de febrero de 2014

Kel, o los Orígenes - 5/6

DEL MITO A LA REALIDAD

Por muy mitificada que sea, esta historia épica que narra la llegada de los Keltas a Aarklash oculta una base histórica que el buen erudito debe aprender a descifrar.
Con respecto a la gente de Kel, no hay escasez de civilizaciones desaparecidas en nuestro continente, como demuestran las ruinas encontradas en las costas de Syharhalna y en los pantanos de No-Dan-Kar. Y sin embargo ninguna de estas puede ser atribuida a los Keltas.
¿Tal vez es en ellas donde podríamos encontrar las razones que empujaron a los Keltas a abandonar su tierra?
Civilizaciones capaces de dejar tras de sí semejantes vestigios no desaparecen de la noche a la mañana sin dejar otro rastro tras de sí que esos impresionantes monumentos. Así pues, ¿es posible que los “demonios llegados del mar” mencionados en las historias Keltas no sean otros que los habitantes previos de Aarklash?
Todo esto es evidentemente sólo una hipótesis y los historiadores se pierden en conjeturas con respecto a las razones de la desaparición, o partida, de estas antiguas civilizaciones. Es sin embargo una posibilidad que no debe ser ignorada.
El origen de los gigantes y los centauros se encuentra del mismo modo rodeado de misterio. Su naturaleza inmortal y semi-divina es sin lugar a dudas un producto de la imaginación Kelta, impresionados como estaban por su fuerza y su extraño aspecto.

Además, las trazas de su pasado antes de ser asimilados por los Keltas son pocas. Es probable que los centauros de las llanuras provinieran de una rama distante y menos evolucionada de la nación Koldani, que se hallaba presente por aquel entonces en parte sur del continente.
Con respecto a los gigantes, parece ser que los Ogmananos de las llanuras de No-Dan-Kar conforman la única comunidad de este pueblo jamás identificada.
Cualquiera que sea su origen, el estudio de los mitos Keltas y de la evolución de estas gentes muestra claramente que estos dos grupos étnicos se encontraban ya en decadencia cuando la gente de Kel desembarcó en las costas de Aarklash.
Por esta razón la reconciliación y unión de estos tres pueblos aislados pronto aparecería como la única solución al conflicto que los enfrentaba por aquel entonces, como prueban los eventos que ocurrieron a continuación.




SEGUNDA PARTE: LOS DRUNES
De todos los humanos de Aarklash los Drunes son, probablemente, los más reservados de entre todas las comunidades conocidas hasta la fecha. Viviendo al cobijo del bosque oscuro de Caer Maed, al norte de las Montañas Aegis, los Drunes abandonan este lugar en muy raras ocasiones, y cuando lo hacen la muerte y el sufrimiento cae sobre los inocentes.
Sus costumbres son apenas conocidas por otras civilizaciones, y sin embargo, algunas de sus historias han permitido que una parte del velo de misterio que los rodea se haya alzado.

Con sus almas consumidas por el odio, los Drunes abandonaron a su antiguo pueblo


EL MITO DE AGOTH

Tras la misteriosa desaparición de Cernunnos, hijo de Avagd y segundo rey de la gente de Kel, los dignatarios del clan se reunieron para discutir sus diferentes puntos de vista.
Escucharon entonces como el druida Senatha, el único que conocía la verdad, explicaba la historia de cómo la diosa oscura Scâthach había engañado a Cernunnos debido a sus celos y deseo de venganza. Senatha intentó convencerles de que la diosa oscura era la única responsable de este mal, y aunque la mayor parte de su audiencia se mostró de acuerdo con sus argumentos, otros se obstinaron en que Danu había expulsado a Cernunnos para poder reinar a solas sobre todas las gentes de Avagddu. Varios de los participantes en la asamblea se mostraron airados y maldijeron a los dioses que los habían traicionado una vez más. El más vehemente entre ellos, Lyhfaid, renunció públicamente a Danu y a todos los otros dioses, lo que desató la ira de los Keltas que permanecían fieles a la diosa. Se desenvainaron espadas y más de una hoja se tiñó de rojo en ese día. Cuando volvió la calma, el sabio Senatha reunió carros de alimentos y suministros así como ganado a las puertas de Kel-An-Tiraidh. Anunció entonces que su pueblo seguiría fiel a Danu y que aquellos que desearan marcharse eran libres de hacerlo.
Lyhfaid reunió a sus partidarios y sus familias y les conminó a seguirlo en su búsqueda para encontrar a Cernunnos, el único rey legítimo. La mañana siguiente, al alba, la larga columna de exiliados partieron y se dirigieron al este.
Tras una marcha larga y agotadora de varias semanas los primeros días del invierno condujeron su viaje al final junto un vasto y oscuro bosque. Allí el grupo decidió establecer un campamento para pasar el invierno y le dieron el nombre de Drun Amaith.
La primavera siguiente Lyhfaid y sus seguidores no querían imponer otro éxodo a sus familias sin saber en que dirección ir al encuentro de su rey. Varios grupos de jóvenes guerreros, entre los que se encontraba Lyhfaid, dejaron el campamento y se dividieron con la esperanza de encontrar el rastro de Cernunnos.
Su búsqueda fue en vano. Lyhfaid y aquellos que habían partido con él regresaron tres ciclos lunares más tarde. Se podía ver la amargura y decepción en sus rostros. Sin embargo, estos sentimientos pronto serían reemplazados por otros más dolorosos. A medida que se acercaban a Drug Amaith, la visión que se mostró ante ellos les golpeó con tanta violencia como un lanzazo en el estómago.
Su campamento no era más que una pila de madera quemada y el hedor a muerte alcanzó sus fosas nasales a una distancia de cien codos. El Segador había venido a realizar su labor ciegamente. El campamento destruido estaba salpicado con los cadáveres putrefactos de hombres, mujeres y niños. Los cuerpos atrozmente mutilados eran testigo del salvajismo del agresor.
Lyhfaid bajó de su caballo y, demacrado, vagó sin rumbo entre los restos de su gente. Se detuvo de repente frente al cuerpo de una mujer parcialmente devorado por los cuervos. La desafortunada todavía sostenía el cuerpo de su hijo en los brazos. La lanza que había acabado con ambos permanecía ensartada en sus cuerpos como un espetón.
Sin pronunciar palabra agarró el asta del arma. Los grabados Keltas en la madera no dejaban lugar a dudas acerca de la identidad del agresor.
Lyhfaid y sus hombres se precipitaron hacia el bosque en busca de supervivientes. Encontraron varias docenas de mujeres y niños que les narraron la masacre.
Dos lunas antes el campamento se había despertado en mitad de la noche por los gritos de un centinela. Una horda se estaba acercando. En cuestión de minutos su aldea era pasto de las llamas y la noche se llenó con gritos de dolor y sufrimiento. Ninguno de los supervivientes interrogados por Lyhfaid pudo ver claramente a los atacantes, puesto que sólo los que huyeron al bosque al comenzar el ataque consiguieron escapar de la matanza. Todos recordaban las cabañas en llamas y los gritos de terror de los moribundos.
Lyhfaid no albergaba dudas sobre la identidad de los asesinos, y juró entonces sobre su rey que los traidores pagarían por la masacre con su sangre y la de sus descendientes. Los Drunes se mudaron entonces al interior del bosque para establecer allí su refugio.
El otoño siguiente Lyhfaid seguía maquinando sus planes de venganza. Tan sólo contaba con unos pocos cientos de guerreros mientras que Kel-An-Tiraidh contaba con varios miles de hombres, sin contar con sus aliados gigantes y centauros.
La providencia se manifestó con la llegada de un individuo extraño y deforme que trajo consigo las respuestas a las preguntas de Lyhfaid.
Su aspecto, así como su aura, provocaban miedo. Proclamó que su nombre era Agoth y esto fue lo que dijo a Lyhfaid:
“Conozco tu historia, Lyhfaid, y me presento ante ti en este día porque ambos compartimos los mismos fines. Mi madre no es otra que Scâthach, pero no pienses que soy un súbdito de los dioses. Los odio tanto como tú.
Aquella que me dio vida me ha repudiado y perseguido debido a mi deformidad, pero de mi odio hacia ella nació mi compañera. Juntos hemos tenido muchos hijos que son ahora terribles guerreros.”
“¿Qué esperas de mí?” preguntó Lyhfaid.
“Ya te lo he dicho. Ambos queremos lo mismo, Lyhfaid. Queremos un rey que nos lleve a la venganza. ¡Y sé donde encontrar a Cernunnos!”
Lyhfaid se puso en pie de un salto y se abalanzó sobre Agoth, sus ojos ardiendo de impaciencia.
“Siéntate y escucha. Tu rey no ha huido, se encuentra aún en Avagddu donde permanece prisionero de Danu. Y son los druidas de tu gente parte de este crimen, para tener rienda suelta a la hora de gobernar y ordenar a su antojo. Fueron ellos los que masacraron a tu gente, temiendo que pudieras acabar por descubrir la verdad. Pues nadie puede matar a aquel que recibió el don de la diosa, y temen que puedas liberar a Cernunnos.”
Lyhfaid creyó las mentiras de Agoth. Se alió con el asesino de su gente.
En realidad Agoth había sido enviado por Scâthach para convertir a los Drunes en el instrumento de su odio hacia sus antiguos hermanos. Vengarse de Cernunnos no era suficiente para ella, quería más sufrimiento para la gente de Kel. Para lograrlo ordenó a Agoth, el primogénito de los Formors, que liderara a su horda contra los Drunes. Usaron armas Keltas para engañar a Lyhfaid y todo lo que tuvo que hacer Agoth fue decirle lo que quería escuchar.

Así nació el odio entre hermanos.

Leyenda Kelta transcrita por el doctor Abronsius,
Decano de la Real Universidad de Kallienne.


LOS PROFETAS DEL APOCALIPSIS

Al contrario que los Sessairs, los Drunes emplean con regularidad un tipo de escritura, aunque primitiva, cuyo poder evocativo es sorprendente. Tanto que, incluso siendo incapaz de descifrarla, simplemente mirar a los caracteres es suficiente para que transmitan unas fuertes sensaciones al que los está mirando.
Para aquellos que consiguen leerlos, los escritos Drunes son una fuente interminable de pesadillas. El poder de sus palabras es tal que las imágenes que evocan se graban en la mente de aquellos que se arriesgan a exponerse a ellas. Los escritos Drunes no hablan de ninguna leyenda ni narran nada referente a mitología, y tampoco son un archivo histórico de ninguna clase.
Los sabios que han traducido estos textos certifican que, sin excepción, todos se refieren a uno y sólo un tema: el odio que los Drunes sienten por los dioses de los Sessair y, en consecuencia, por aquellos que les rinden culto.
Esta colección de textos se conoce como “Gnosis” en la que los Drunes escriben sin cesar acerca de su relación con lo divino. Esto es por supuesto una traducción de lo que los Drunes llaman Abrahd an lyfh Scâthach, que literalmente significa “el libro de aquellos que ven entre las sombras”, o “el libro de aquellos que ven en Scâthach”, donde “Scâthach” puede también referirse a la diosa que traicionó a Cernunnos en la mitología Kelta.
La Gnosis es la única vía de pensamiento que se infunde a cada Drune desde su nacimiento.
La extraña manera de construir frases de los hechiceros Drunes que escriben la Gnosis, los Wyrds, es imposible de transcribir con fidelidad. Los extractos de la Gnosis presentados aquí se han reordenado y adaptado para facilitar su comprensión.


COMENTARIOS

Los primeros extractos de la Gnosis ilustran perfectamente el odio que los Drunes sienten por sus antiguos hermanos. Este texto es la promesa de una guerra despiadada. Una guerra que supuestamente debe acabar el día que Cernunnos sea liberado para liderar a aquellos que permanecieron fieles a él a la victoria.
Los Drunes creen que su legendario rey fue traicionado por Scâthach, la gemela malvada del dios sol Lahn, y por Danu, con la intención de devolver el control de Avagddu a los “auténticos” dioses. Se dice que lo mantienen prisionero en un lugar desconocido por los Drunes con la ayuda de los druidas Sessairs. Algunos creen que el rey-dios está aprisionado en el montículo de Danu en el corazón del bosque sagrado de los Sessairs.
Esta última hipótesis presenta una conflictiva analogía con las creencias Sessairs. De hecho, el Ard Ri, el alto rey que esperan los Sessairs, es descrito como el elegido para el cual las puertas del montículo de la diosa se abrirán por sí solas. Es interesante remarcar que el rey de los Drunes aparecerá supuestamente en este mismo lugar.
Esta no es la única teoría presentada por los Wyrds. Algunos afirman que Cernunnos fue exiliado a un Reino distinto y sólo podrá regresar el día en que los Drunes hayan inflingido tanto sufrimiento en los Sessairs y sus dioses como éstos han causado a Cernunnos. Esta creencia es la raíz de la terrible reputación de torturadores que los Drunes han forjado sobre sí mismos, y sus enemigos no temen nada más que caer en sus manos aún vivos.
El siguiente testimonio proviene de un prisionero que fue testigo del ritual de tortura Drune. Al hombre, un anciano de una tribu Sessair, le perdonaron la vida los Drunes para que pudiera explicar lo ocurrido a su gente.

Éramos veintiún prisioneros. Unos pocos hombres, pero la mayoría ancianos, mujeres y niños capturados cuando los Drunes alejaron a nuestros guerreros del campamento.
El alba no había roto aún cuando cuando fuimos llevados a un gran claro. El lugar apestaba a muerte. Sabíamos lo que nos esperaba y que no habíamos sido los primeros en ser traídos aquí. Los niños lloraban y las mujeres gemían, suplicando que perdonaran la vida a sus hijos e hijas. Yo sabía que sus súplicas eran en vano. La mujer que se encontraba delante de mí también lo sabía. Vi como estrangulaba a su propia hija con sus manos desnudas. En ese momento hubiera estado muy agradecido si alguien hubiera hecho lo mismo por mí.
Colocaron en el claro nueve postes en semicírculo. Uno de sus sacerdotes se acercó a nosotros y me eligió. Me ataron mirando hacia los postes. Entonces el sacerdote cortó mis párpados para que no pudiera cerrar los ojos.
Hicieron lo mismo con todos los adultos. Pensaron entonces que tal vez les quedara algo de piedad para los niños, pero se equivocaban: empezaron por los niños.
A lo largo de todo el día los torturaron ante la mirada de sus madres. Los sacerdotes les administraban a intervalos regulares ciertas drogas para evitar que cayeran inconscientes. Vi hombres y mujeres volverse locos. Sentí mi propia cordura tambalearse. Nunca imaginé que nadie podía ser tan cruel. No puedo describir en detalle lo que vi… sólo sabed que esos niños sufrieron tanto como es posible sufrir y que no les perdonaron absolutamente nada.

Al anochecer los Drunes cosieron sus bocas para evitar que gritaran. Pero La tortura continuó. En la mañana del segundo día los adultos ocuparon el lugar de los niños. Los sacerdotes les hicieron sufrir la misma suerte. Actuaron metódicamente y mostraron gran pericia para prevenir que sus víctimas murieran y hacer que siguieran conscientes.

Duró nueve días. Al final del noveno día fueron enterrados vivos para que sus cuerpos ensuciaran a la diosa que sus almas no hallaran jamás el reposo.

CONTINUARÁ
5ª parte de 6

Traducido por: Winterblue
Fuente: Cry Havoc.