miércoles, 26 de junio de 2019

Irix, la Selenita




Irix es una de esas heroínas marcadas por el Destino, sufriendo el cruel e invisible juego que juegan los dioses desde la edad de Creación.
Y sin embargo algunos peones consiguen cambiar las reglas del tablero invisible y alterar la manera que los dioses ven a sus hijos.
Irix es uno de esos peones excepcionales. La mismísima Yllia jamás habría podido prever estos eventos, ni habría podido predecir el camino tomado por la vestal.
Hija del chamán de la manada del Ojo de Plata, Irix creció entre las cintas de los susurros y las letanías a Yllia. Su padre vio en ella una pupila prometedora, silenciosa y atenta, digna de de la honorable tradición de la manada. Irix creció para convertirse en Iniciada, la sibila fue el apodo que le puso su manada.
Su líder, Bashkar, también se percató de su potencial. Pero más que sus talentos mágicos, fue su gracia y sus encantos lo que llamó su atención. El jefe de la manada tenía muy poca experiencia en las artes del cortejo. Experto en las artes de la guerra, sus acercamientos eran claros, directos, y sus órdenes no debían ser contrariadas. Aunque los wolfen siguen sus instintos cuando se aparean, también sienten amor.
Desafortunadamente, Bashkar jamás consiguió hacer suya a Irix.

En el 996, una expedición akkylania marchó al interior de la parte oriental del bosque de Diisha, en un intento de alcanzar unas ruinas donde Arcavius había descansado durante su viaje por todo Aarklash. Esta expedición comandada por los templarios habría sido inspirada por los sueños que el dios único compartió con su campeón.
De hecho, Yllia y Merin habían decidido competir por el territorio ocupado por la manada de Irix. Ambos, a través de sus campeones, creían que podían vencer y veían la inminente batalla como algo verdaderamente entretenido.
Al llegar a los lindes del bosque, los akkylanios empezaron a levantar un puesto fronterizo, ignorando el hecho de que estaban entrando en territorio del Ojo de Plata. Llevaron a cabo la construcción de un puente para ganar acceso a su lugar sagrado, intentando descubrir evidencias de la visita de Arcavius. Alarmado por la presencia de estos intrusos, Bashkar lideró a los guerreros de su manada a la bnatalla, para defender su territorio.
El asalto fue brutal y mucha sangre se derramó. Cargando de frente, Bashkar, rodeado por sus mejores guerreros, impactó a toda velocidad contra las tropas enemigas, mientras sus cazadores y guardianes de las sepulturas intentaban flanquearlos. Viendo como los templarios caían ante los golpes de los depredadores, los fieles akkylanios comenzaron a entonar letanías a Merin. Por esta vez, los dioses habían acordado que ninguno de ellos intervendría para ayudar a sus campeones y permanecerían neutrales sin importar el resultado de los acontecimientos. Sin embargo, Merin, en un estallido de orgullo, rechazando la derrota, respondió a la llamada de sus fieles. Proporcionándoles un fragmento de su poder, les dio los medios para exaltar a sus hermanos de armas. Irradiando un halo blanco, los soldados de Merin tenían un sólo pensamiento: repeler a los atacantes, sin importar el dolor o cuantas heridas mortales hubieran sufrido.
Cuando Bashkar finalmente consiguió alcanzar al comandante enemigo, su vida ya fluía profusamente por múltiples heridas infligidas por sus fanáticos oponentes. Con su último aliento maldijo a Yllia por no haberlos ayudado. Su anatema llegó hasta ella, que montó en cólera contra su oponente por no haber respetado los términos de su desafío. Como venganza, le dio sus poderes al último wolfen que seguía en pié. Irix, la última superviviente, sintió una descomunal energía fluyendo por todo su cuerpo. Privada de su  razón por la súbita sensación de poder e invulnerabilidad, liberó el odio que sentía hacia hacia los invasores, derribándolos inexorablemente sin ser herida ni una sola vez. Cuando la tormenta dentro de Irix amainó, no quedaba ni una sola alma viva a su alrededor.
Pero las desgracias de Irix aún no habían terminado: cuando regresó a su círculo de piedra descubrió la masacre. Los miembros de su manada que habían permanecido atrás habían sido emboscados y asesinados.

Irix, la única superviviente de la manada, se convirtió en una paria.
Ese día, Yllia había convertido a la joven chamán en una encarnada y su campeona elegida, viendo en ella un poderoso as en el juego de los dioses. Le ordenó encontrar a Ekynox, el Primer Nacido. Él era el guardián del azote que había forzado a los dioses a dejar Aarklash, dejando el mundo para los mortales.
Durante su viaje, Irix se unió a la manada del Trono de Estrellas con la ayuda de Kassar. Allí, gracias a las enseñanzas de un chamán nómada llamado Ophyr, consiguió canalizar los arranques de furia que experimentaba regularmente desde su encarnación. Bajo su guía desarrolló su potencial mágico, explorando más profundamente los misterios de la magia.
Su aprendizaje y la misión encomendada por Yllia la llevaron hasta el Reino Elemental gobernado por Idabaoth, un Sihir de Fuego. Ante la casa del señor encontró a Kassar, quien también se había visto arrastrado aquí. Juntos desafiaron a Idabaoth, y durante la confrontación Yllia poseyó a Irix una vez más. Cuando recuperó la consciencia, Irix había derrotado al Sihir. Reconociendo su derrota, Idabaoth le entregó a Irix, ahora la Furia, un símbolo de fuego que ella fijó al cetro que había empezado a construir. Combinando fuego y hielo, el cetro le permitía canalizar las energías destructivas de ambos elementos a la vez que potenciaba sus propios poderes.
Cegada por el éxtasis de la victoria, Irix fue incapaz de prever el desastre que golpeó su manada adoptiva, y sus poderes no bastaron para salvar a sus compañeros de la destrucción.

El aspecto de Irix cambió drásticamente tras enfrentarse
a Idabaoth, convirtiéndose en 'la Furía'

En el 1001, el Trono de Estrellas cayó en una trampa dispuesta por Azaël, una necromante de Acheron, aliada con los enanos de Mid-Nor. Tras realizar un juramento de venganza junto con Kylliox y Onyx, los únicos supervivientes de la batalla contra las fuerzas combinadas de las Tinieblas, Irix retomó la búsqueda de Ekynox.
Irix es ahora consciente del estrecho lazo que comparte con la diosa. Es capaz de controlar los estallidos de furia que había creído eran una maldición. Pero aún ignora por qué Yllia está convencida de que Ekynox satisfará su petición.
Idabaoth le confirmó que Irix posee una poderosa conexión con la diosa, pero también le advirtió que los favores de los dioses muy a menudo ocultan intenciones egoístas... También le reveló que el Invierno de las Batallas fue la respuesta de TODO ante la soberbia de los dioses. El Rag'narok ha empezado, los ejércitos se han reunido una vez más, pero en esta ocasión las víctimas van a ser los pobres mortales, que van a morir por los perversos y vacíos juegos de los dioses.

Irix puede ser capaz de evitar lo peor. Si encuentra a Ekynox, puede saber cómo terminar con el Invierno de las Batallas. La amenaza que representa este evento apocalíptico puede ser el motor que haga que las naciones dejen de luchar y Creación sea preservada.
Pero Irix duda de cómo de pacíficas son realmente las intenciones de Yllia: sospecha que la diosa intenta provocar el Invierno de las Batallas para purificar Aarklash de las obras del resto de los dioses.
Irix se encuentra atrapada en una lucha interna contra la diosa. Teme que pueda ser el instrumento que arroje a su gente y todo Aarklash definitivamente en el Rag'narok. Con esta nueva inspiración se convirtió en la Selenita, alcanzando un nuevo punto en su viaje. Ella espera que cuando encuentre a Ekynox pueda hallar una solución que le permita salvar Aarklash y forzar a Yllia a renunciar a sus ambiciones. Conseguir que Ekynox la escuche puede ser la tarea más difícil que jamás haya tenido que afrontar...



lunes, 10 de febrero de 2014

Kel, o los Orígenes - 5/6

DEL MITO A LA REALIDAD

Por muy mitificada que sea, esta historia épica que narra la llegada de los Keltas a Aarklash oculta una base histórica que el buen erudito debe aprender a descifrar.
Con respecto a la gente de Kel, no hay escasez de civilizaciones desaparecidas en nuestro continente, como demuestran las ruinas encontradas en las costas de Syharhalna y en los pantanos de No-Dan-Kar. Y sin embargo ninguna de estas puede ser atribuida a los Keltas.
¿Tal vez es en ellas donde podríamos encontrar las razones que empujaron a los Keltas a abandonar su tierra?
Civilizaciones capaces de dejar tras de sí semejantes vestigios no desaparecen de la noche a la mañana sin dejar otro rastro tras de sí que esos impresionantes monumentos. Así pues, ¿es posible que los “demonios llegados del mar” mencionados en las historias Keltas no sean otros que los habitantes previos de Aarklash?
Todo esto es evidentemente sólo una hipótesis y los historiadores se pierden en conjeturas con respecto a las razones de la desaparición, o partida, de estas antiguas civilizaciones. Es sin embargo una posibilidad que no debe ser ignorada.
El origen de los gigantes y los centauros se encuentra del mismo modo rodeado de misterio. Su naturaleza inmortal y semi-divina es sin lugar a dudas un producto de la imaginación Kelta, impresionados como estaban por su fuerza y su extraño aspecto.

Además, las trazas de su pasado antes de ser asimilados por los Keltas son pocas. Es probable que los centauros de las llanuras provinieran de una rama distante y menos evolucionada de la nación Koldani, que se hallaba presente por aquel entonces en parte sur del continente.
Con respecto a los gigantes, parece ser que los Ogmananos de las llanuras de No-Dan-Kar conforman la única comunidad de este pueblo jamás identificada.
Cualquiera que sea su origen, el estudio de los mitos Keltas y de la evolución de estas gentes muestra claramente que estos dos grupos étnicos se encontraban ya en decadencia cuando la gente de Kel desembarcó en las costas de Aarklash.
Por esta razón la reconciliación y unión de estos tres pueblos aislados pronto aparecería como la única solución al conflicto que los enfrentaba por aquel entonces, como prueban los eventos que ocurrieron a continuación.




SEGUNDA PARTE: LOS DRUNES
De todos los humanos de Aarklash los Drunes son, probablemente, los más reservados de entre todas las comunidades conocidas hasta la fecha. Viviendo al cobijo del bosque oscuro de Caer Maed, al norte de las Montañas Aegis, los Drunes abandonan este lugar en muy raras ocasiones, y cuando lo hacen la muerte y el sufrimiento cae sobre los inocentes.
Sus costumbres son apenas conocidas por otras civilizaciones, y sin embargo, algunas de sus historias han permitido que una parte del velo de misterio que los rodea se haya alzado.

Con sus almas consumidas por el odio, los Drunes abandonaron a su antiguo pueblo


EL MITO DE AGOTH

Tras la misteriosa desaparición de Cernunnos, hijo de Avagd y segundo rey de la gente de Kel, los dignatarios del clan se reunieron para discutir sus diferentes puntos de vista.
Escucharon entonces como el druida Senatha, el único que conocía la verdad, explicaba la historia de cómo la diosa oscura Scâthach había engañado a Cernunnos debido a sus celos y deseo de venganza. Senatha intentó convencerles de que la diosa oscura era la única responsable de este mal, y aunque la mayor parte de su audiencia se mostró de acuerdo con sus argumentos, otros se obstinaron en que Danu había expulsado a Cernunnos para poder reinar a solas sobre todas las gentes de Avagddu. Varios de los participantes en la asamblea se mostraron airados y maldijeron a los dioses que los habían traicionado una vez más. El más vehemente entre ellos, Lyhfaid, renunció públicamente a Danu y a todos los otros dioses, lo que desató la ira de los Keltas que permanecían fieles a la diosa. Se desenvainaron espadas y más de una hoja se tiñó de rojo en ese día. Cuando volvió la calma, el sabio Senatha reunió carros de alimentos y suministros así como ganado a las puertas de Kel-An-Tiraidh. Anunció entonces que su pueblo seguiría fiel a Danu y que aquellos que desearan marcharse eran libres de hacerlo.
Lyhfaid reunió a sus partidarios y sus familias y les conminó a seguirlo en su búsqueda para encontrar a Cernunnos, el único rey legítimo. La mañana siguiente, al alba, la larga columna de exiliados partieron y se dirigieron al este.
Tras una marcha larga y agotadora de varias semanas los primeros días del invierno condujeron su viaje al final junto un vasto y oscuro bosque. Allí el grupo decidió establecer un campamento para pasar el invierno y le dieron el nombre de Drun Amaith.
La primavera siguiente Lyhfaid y sus seguidores no querían imponer otro éxodo a sus familias sin saber en que dirección ir al encuentro de su rey. Varios grupos de jóvenes guerreros, entre los que se encontraba Lyhfaid, dejaron el campamento y se dividieron con la esperanza de encontrar el rastro de Cernunnos.
Su búsqueda fue en vano. Lyhfaid y aquellos que habían partido con él regresaron tres ciclos lunares más tarde. Se podía ver la amargura y decepción en sus rostros. Sin embargo, estos sentimientos pronto serían reemplazados por otros más dolorosos. A medida que se acercaban a Drug Amaith, la visión que se mostró ante ellos les golpeó con tanta violencia como un lanzazo en el estómago.
Su campamento no era más que una pila de madera quemada y el hedor a muerte alcanzó sus fosas nasales a una distancia de cien codos. El Segador había venido a realizar su labor ciegamente. El campamento destruido estaba salpicado con los cadáveres putrefactos de hombres, mujeres y niños. Los cuerpos atrozmente mutilados eran testigo del salvajismo del agresor.
Lyhfaid bajó de su caballo y, demacrado, vagó sin rumbo entre los restos de su gente. Se detuvo de repente frente al cuerpo de una mujer parcialmente devorado por los cuervos. La desafortunada todavía sostenía el cuerpo de su hijo en los brazos. La lanza que había acabado con ambos permanecía ensartada en sus cuerpos como un espetón.
Sin pronunciar palabra agarró el asta del arma. Los grabados Keltas en la madera no dejaban lugar a dudas acerca de la identidad del agresor.
Lyhfaid y sus hombres se precipitaron hacia el bosque en busca de supervivientes. Encontraron varias docenas de mujeres y niños que les narraron la masacre.
Dos lunas antes el campamento se había despertado en mitad de la noche por los gritos de un centinela. Una horda se estaba acercando. En cuestión de minutos su aldea era pasto de las llamas y la noche se llenó con gritos de dolor y sufrimiento. Ninguno de los supervivientes interrogados por Lyhfaid pudo ver claramente a los atacantes, puesto que sólo los que huyeron al bosque al comenzar el ataque consiguieron escapar de la matanza. Todos recordaban las cabañas en llamas y los gritos de terror de los moribundos.
Lyhfaid no albergaba dudas sobre la identidad de los asesinos, y juró entonces sobre su rey que los traidores pagarían por la masacre con su sangre y la de sus descendientes. Los Drunes se mudaron entonces al interior del bosque para establecer allí su refugio.
El otoño siguiente Lyhfaid seguía maquinando sus planes de venganza. Tan sólo contaba con unos pocos cientos de guerreros mientras que Kel-An-Tiraidh contaba con varios miles de hombres, sin contar con sus aliados gigantes y centauros.
La providencia se manifestó con la llegada de un individuo extraño y deforme que trajo consigo las respuestas a las preguntas de Lyhfaid.
Su aspecto, así como su aura, provocaban miedo. Proclamó que su nombre era Agoth y esto fue lo que dijo a Lyhfaid:
“Conozco tu historia, Lyhfaid, y me presento ante ti en este día porque ambos compartimos los mismos fines. Mi madre no es otra que Scâthach, pero no pienses que soy un súbdito de los dioses. Los odio tanto como tú.
Aquella que me dio vida me ha repudiado y perseguido debido a mi deformidad, pero de mi odio hacia ella nació mi compañera. Juntos hemos tenido muchos hijos que son ahora terribles guerreros.”
“¿Qué esperas de mí?” preguntó Lyhfaid.
“Ya te lo he dicho. Ambos queremos lo mismo, Lyhfaid. Queremos un rey que nos lleve a la venganza. ¡Y sé donde encontrar a Cernunnos!”
Lyhfaid se puso en pie de un salto y se abalanzó sobre Agoth, sus ojos ardiendo de impaciencia.
“Siéntate y escucha. Tu rey no ha huido, se encuentra aún en Avagddu donde permanece prisionero de Danu. Y son los druidas de tu gente parte de este crimen, para tener rienda suelta a la hora de gobernar y ordenar a su antojo. Fueron ellos los que masacraron a tu gente, temiendo que pudieras acabar por descubrir la verdad. Pues nadie puede matar a aquel que recibió el don de la diosa, y temen que puedas liberar a Cernunnos.”
Lyhfaid creyó las mentiras de Agoth. Se alió con el asesino de su gente.
En realidad Agoth había sido enviado por Scâthach para convertir a los Drunes en el instrumento de su odio hacia sus antiguos hermanos. Vengarse de Cernunnos no era suficiente para ella, quería más sufrimiento para la gente de Kel. Para lograrlo ordenó a Agoth, el primogénito de los Formors, que liderara a su horda contra los Drunes. Usaron armas Keltas para engañar a Lyhfaid y todo lo que tuvo que hacer Agoth fue decirle lo que quería escuchar.

Así nació el odio entre hermanos.

Leyenda Kelta transcrita por el doctor Abronsius,
Decano de la Real Universidad de Kallienne.


LOS PROFETAS DEL APOCALIPSIS

Al contrario que los Sessairs, los Drunes emplean con regularidad un tipo de escritura, aunque primitiva, cuyo poder evocativo es sorprendente. Tanto que, incluso siendo incapaz de descifrarla, simplemente mirar a los caracteres es suficiente para que transmitan unas fuertes sensaciones al que los está mirando.
Para aquellos que consiguen leerlos, los escritos Drunes son una fuente interminable de pesadillas. El poder de sus palabras es tal que las imágenes que evocan se graban en la mente de aquellos que se arriesgan a exponerse a ellas. Los escritos Drunes no hablan de ninguna leyenda ni narran nada referente a mitología, y tampoco son un archivo histórico de ninguna clase.
Los sabios que han traducido estos textos certifican que, sin excepción, todos se refieren a uno y sólo un tema: el odio que los Drunes sienten por los dioses de los Sessair y, en consecuencia, por aquellos que les rinden culto.
Esta colección de textos se conoce como “Gnosis” en la que los Drunes escriben sin cesar acerca de su relación con lo divino. Esto es por supuesto una traducción de lo que los Drunes llaman Abrahd an lyfh Scâthach, que literalmente significa “el libro de aquellos que ven entre las sombras”, o “el libro de aquellos que ven en Scâthach”, donde “Scâthach” puede también referirse a la diosa que traicionó a Cernunnos en la mitología Kelta.
La Gnosis es la única vía de pensamiento que se infunde a cada Drune desde su nacimiento.
La extraña manera de construir frases de los hechiceros Drunes que escriben la Gnosis, los Wyrds, es imposible de transcribir con fidelidad. Los extractos de la Gnosis presentados aquí se han reordenado y adaptado para facilitar su comprensión.


COMENTARIOS

Los primeros extractos de la Gnosis ilustran perfectamente el odio que los Drunes sienten por sus antiguos hermanos. Este texto es la promesa de una guerra despiadada. Una guerra que supuestamente debe acabar el día que Cernunnos sea liberado para liderar a aquellos que permanecieron fieles a él a la victoria.
Los Drunes creen que su legendario rey fue traicionado por Scâthach, la gemela malvada del dios sol Lahn, y por Danu, con la intención de devolver el control de Avagddu a los “auténticos” dioses. Se dice que lo mantienen prisionero en un lugar desconocido por los Drunes con la ayuda de los druidas Sessairs. Algunos creen que el rey-dios está aprisionado en el montículo de Danu en el corazón del bosque sagrado de los Sessairs.
Esta última hipótesis presenta una conflictiva analogía con las creencias Sessairs. De hecho, el Ard Ri, el alto rey que esperan los Sessairs, es descrito como el elegido para el cual las puertas del montículo de la diosa se abrirán por sí solas. Es interesante remarcar que el rey de los Drunes aparecerá supuestamente en este mismo lugar.
Esta no es la única teoría presentada por los Wyrds. Algunos afirman que Cernunnos fue exiliado a un Reino distinto y sólo podrá regresar el día en que los Drunes hayan inflingido tanto sufrimiento en los Sessairs y sus dioses como éstos han causado a Cernunnos. Esta creencia es la raíz de la terrible reputación de torturadores que los Drunes han forjado sobre sí mismos, y sus enemigos no temen nada más que caer en sus manos aún vivos.
El siguiente testimonio proviene de un prisionero que fue testigo del ritual de tortura Drune. Al hombre, un anciano de una tribu Sessair, le perdonaron la vida los Drunes para que pudiera explicar lo ocurrido a su gente.

Éramos veintiún prisioneros. Unos pocos hombres, pero la mayoría ancianos, mujeres y niños capturados cuando los Drunes alejaron a nuestros guerreros del campamento.
El alba no había roto aún cuando cuando fuimos llevados a un gran claro. El lugar apestaba a muerte. Sabíamos lo que nos esperaba y que no habíamos sido los primeros en ser traídos aquí. Los niños lloraban y las mujeres gemían, suplicando que perdonaran la vida a sus hijos e hijas. Yo sabía que sus súplicas eran en vano. La mujer que se encontraba delante de mí también lo sabía. Vi como estrangulaba a su propia hija con sus manos desnudas. En ese momento hubiera estado muy agradecido si alguien hubiera hecho lo mismo por mí.
Colocaron en el claro nueve postes en semicírculo. Uno de sus sacerdotes se acercó a nosotros y me eligió. Me ataron mirando hacia los postes. Entonces el sacerdote cortó mis párpados para que no pudiera cerrar los ojos.
Hicieron lo mismo con todos los adultos. Pensaron entonces que tal vez les quedara algo de piedad para los niños, pero se equivocaban: empezaron por los niños.
A lo largo de todo el día los torturaron ante la mirada de sus madres. Los sacerdotes les administraban a intervalos regulares ciertas drogas para evitar que cayeran inconscientes. Vi hombres y mujeres volverse locos. Sentí mi propia cordura tambalearse. Nunca imaginé que nadie podía ser tan cruel. No puedo describir en detalle lo que vi… sólo sabed que esos niños sufrieron tanto como es posible sufrir y que no les perdonaron absolutamente nada.

Al anochecer los Drunes cosieron sus bocas para evitar que gritaran. Pero La tortura continuó. En la mañana del segundo día los adultos ocuparon el lugar de los niños. Los sacerdotes les hicieron sufrir la misma suerte. Actuaron metódicamente y mostraron gran pericia para prevenir que sus víctimas murieran y hacer que siguieran conscientes.

Duró nueve días. Al final del noveno día fueron enterrados vivos para que sus cuerpos ensuciaran a la diosa que sus almas no hallaran jamás el reposo.

CONTINUARÁ
5ª parte de 6

Traducido por: Winterblue
Fuente: Cry Havoc.

lunes, 16 de diciembre de 2013

Kel, o los Orígenes - 4/6

EL SUEÑO DE CERNUNNOS

En su sueño Cernunnos de nuevo adoptó la forma de ciervo y atravesó el bosque para decirle a su gente que pronto podrían empezar a vivir en paz.
Pero cuando llegó a Kel-An-Tiraidh no podía volver a asumir su forma humana y nadie entendía lo que quería decirles, aunque fue reconocido y su padre le dio la bienvenida sin ningún pesar.
Una hermosa mujer de cabellos marrones se presentó entonces a las puertas de la ciudad y dijo que traía un mensaje para el jefe de las gentes de Kel. Fue conducida al interior de la ciudad y cuando Avagd preguntó su nombre ella respondió que se llamaba Scathach, que significa tanto “morena” como “sombra”, y afirmaba ser narradora de historias y poetisa.

- “Si interpreto mi arte en tu hogar, ¿me ofrecerás tu hospitalidad?” Preguntó directamente.

Por aquellos tiempos era el deber de todo jefe Kelta satisfacer los deseos de bardos y trovadores que actuaran en sus hogares, y Avagd aceptó con mucho gusto la propuesta de Scathach.
La poetisa irrumpió entonces con una alegre canción y todo el mundo en la ciudad sintió una gran felicidad que embargaba sus corazones. Narró entonces una historia tan triste que muchos lloraron y se llenaron de congoja.
Cuando hubo terminado de entretenerles, Avagd preguntó qué es lo que quería como recompensa. Scathach respondió que una simple comida bastaría para recompensarla. Así pues, Avagd le preguntó qués es lo quería que le sirvieran para cenar. Sin dudarlo, Scathach se volvió hacia Cernunnos y pidió que mataran ese ciervo para servirlo en su cena.

- “No puedo darte ese ciervo, Scathach” - Respondió Avagd gravemente - “Pues se trata en realidad de mi propio hijo y me está prohibido ordenar su muerte.”

Furibunda, Scathach pronunció entonces estas palabras:

- “Ya que tú has rechazado el cumplir tus deberes de hospitalidad hacia mí, tus tierras se sumirán en las tinieblas y los tuyos conocerán el terror de un mundo sin luz.”

Con estas palabras el cielo se tornó oscuro y el disco solar fue reemplazado por la pálida y descorazonada luna.
Así, el mundo conoció su primera noche.
Pues Scathach no era otra que Lahn. Sintiendo celos de Cernunnos, pues hasta entonces él había sido el único en conocer el cálido abrazo de la diosa, había decidido vengarse castigando a las gentes de Kel.
Cuando Cernunnos despertó se dio cuenta de que todavía conservaba su aspecto humano. Primero pensó que lo que había visto tan sólo formaba parte de un mal sueño, pero entonces se apercibió de que la oscuridad que le rodeaba no estaba producida por las sombras del bosque. El sol había desaparecido realmente y fue entonces cuando comprendió el significado de su sueño. Una vez más él y los suyos habían sido traicionados por los dioses. En un acceso de ira incluso la idea de matar a Danu cruzó por su mente, pero su rabia no le pudo hacer olvidar el amor que sentía por ella. Consumido por el rencor destrozó el Crisol antes de regresar con su gente.


LA BATALLA FINAL

Cuando por fin alcanzó los lindes de Kel-An-Tiraidh la visión que se presentó ante sus ojos hizo que un escalofrío recorriera su espalda. La ciudad parecía un gigantesco brasero del cual se elevaban terribles gritos. Cientos de antorchas ardían en torno a los muros y al resplandor de las llamas Cernunnos pudo distinguir sangrientos forcejeos en las empalizadas.
Tan aterrorizados por la oscuridad como los Keltas, los Ogmananos y los centauros culparon de la desaparición del sol a la presencia de los invasores. Así pues decidieron que aquella noche significaría la aniquilación de los Keltas o de sí mismos, esta vez la retirada no era una opción. Lucharían a muerte y hasta el último hombre.
Lleno de rabia y tristeza al ver esta masacre, Cernunnos se arrojó a la refriega, con la esperanza de morir con su propia gente más que ninguna otra cosa. Pero ahora era el igual de los dioses y se dice que acabó con más de cien oponentes él solo.
Miles de valientes guerreros murieron esa noche en ambos bandos. El mismísimo Avagd murió, su cabeza partida por la mitad por el hacha de un centauro. Parecía que la muerte jamás se daría por satisfecha. Se derramó sangre hasta que la tierra no pudo absorberla y los guerreros continuaban luchando sobre un manto de cabezas y cadáveres.
Danu apareció entonces en el campo de batalla. Pálida y demacrada, llevaba dos criaturas recién nacidas contra su seno. Tras ella la seguía Cianath, quien también llevaba una tercera criatura en sus brazos.

Danu se presenta en la batalla ante Cernunnos llevando consigo a las Tres Bendiciones.

- “Basta” susurró la diosa casi sin aliento. Y su voz fue oída por todos. 

Su presencia era tan fuerte que el conflicto terminó inmediatamente y todos los ojos se volvieron hacia ella.

- “Basta de muertes” - continuó - “estoy cansada de ver mis tierras empapadas en sangre y cubiertas de huesos, cuando deberían empaparse de lluvia y cubrirse de trigo. ¡Gentes de Kel! Me habéis rechazado debido al miedo que tenéis a que os traicione, pero uno de vuestros hijos ha venido a mí. Y uniendo nuestros cuerpos hemos unido nuestros pueblos, pues le he concedido la inmortalidad de los dioses. Por ello nunca más deberéis tenernos aprehensión, pues uno de los vuestros es ahora nuestro igual. Y si incluso esto no fuera suficiente, entonces podéis darle vuestro amor a los frutos de nuestra unión.”

Cianath alzó entonces el bebé que llevaba en brazos a los cielos. Danu continuó.

- "Aquí están las tres hijas de aquel a quien vosotros llamáis Eladh. Sus nombres son Siobhan, Fiann y Neraidh. Al igual que yo, ellas jamás desistirán de intentar preservar esta tierra y las gentes nacidas en ella. Al igual que su padre, protegerán y guiarán a los hijos de Kel.”

Sin saber qué hacer frente a esta nueva situación, los Keltas permanecieron en silencio, esperando una señal de sus jefes.
Cernunnos, todavía cubierto de sangre por la batalla, dio un paso al frente de entre toda la multitud y avanzó entonces hacia Danu. Cuando la alcanzó, tomó una de las niñas en sus brazos y la miró durante unos instantes. Le habló entonces a Danu:

“Mi corazón está lleno de amor por ti y por estas niñas, Danu. Pero también está lleno de tristeza por todos aquellos que han caído hoy, y de miedo por mi gente. Por esto te pido una cosa más. Disipa la oscuridad que cubre el cielo y juro que mi gente vivirá para siempre en paz con la tuya.”

Danu estaba a punto de responder cuando Cianath empezó a hablar. Encarándose a Lahn, su padre, le dirigió esta petición.

- “¡Mira!” - gritó mientras levantaba al bebé. - “¡Mira los dones que nos ha traído la gente de Kel! Danu, quien una vez te dio hijos, ha dado ahora a luz a tres niñas. ¿Por qué dejar que la calamidad caiga sobre aquellos que nos han dado tal promesa de fertilidad?”

Lahn escuchó a su hijo y sus palabras le turbaron profundamente, pues se vio obligado a admitir que Cianath estaba en lo cierto. Y sin embargo las llamas de los celos hacia Cernunnos seguían ardiendo.
Y tal fue su calvario que acabó por dividirse en dos. Así nació Scathach, la encarnación del deseo de venganza de Lahn. Y desde ese momento en adelante ambos tendrían que luchar por el dominio de los cielos, durante el resto de la eternidad.
En aquel momento, desde el campo de batalla, los guerreros observaron el primer amanecer de toda Creación.
Volviéndose hacia su gente, Cernunnos habló entonces con una potente voz.

- “¡Hijos de Kel! Yo, Cernunnos, hijo de Avagd, juro sobre este nuevo día que olvidaré el odio que me ha enfrentado a las gentes de la Diosa del mismo modo que he renunciado a mi antiguo nombre. Pero los muertos no serán olvidados, y de ahora en adelante estas llanuras llevarán el nombre de Avagddu. ¡Así todos recordarán que el jefe que nos trajo hasta estas tierras cayó aquí luchando por su gente!”.

Un gran clamor saludó las palabras de Cernunnos. Entonces, levantando a su hija sobre su cabeza, continuó hablando.

“Que esta niña y sus hermanas sean los símbolos de una nueva era, pues nuestra sangre fluye por sus venas, así como la de los dioses.”


EL LANGUIDECER DE CERNUNNOS

Tras la segunda batalla de Kel-An-Tiraidh los hijos de Kel declararon la paz con las gentes de Danu, y todos acordaron que Avaggdu fuera el nuevo nombre de estas tierras.
Cernunnos reinó sobre esta nueva nación Kelta al lado de Danu. Juntos dictaban justicia por el día y se convertían en amantes de nuevo cada noche, bajo la mirada llena de rencor de Scathach.
Una noche sin luna Scathach preparó dos pociones que mezcló con la cena de la pareja real. La primera provocó que Danu cayera en un profundo sopor. La segunda permitió a Scathach tomar el lugar de la Diosa en el lecho de Cernunnos sin que éste se diera cuenta. Así Cernunnos se emparejó con aquella que más deseaba su desgracia. Y esto sucedió cada noche durante varios ciclos.
Cada día Cernunnos se encontraba un poco más débil que el anterior. El joven rey fue perdiendo lentamente el gusto por el vino y las celebraciones. Su vigor le fue abandonando y pronto dejó de acompañar a su gente a las cacerías. Los suyos le veían desvanecerse y se encontraban impotentes ante tal situación… Y cada noche regresaba Scathach para robarle su fuerza y su virilidad.

Senatha era el único que sospechaba que la languidez de Cernunnos estaba provocada por algún tipo de mal. Una noche tomó la apariencia de un cuervo y se posó en el antepecho de la ventana de los aposentos de Cernunnos y Danu. Desde allí pudo ver con sus propios ojos los extraños eventos que sucedían cada noche. Danu yacía en un mullido lecho de pieles, tan profundamente dormida que cualquiera pensaría que estaba muerta. En cuanto a Cernunnos se encontraba en una especia de trance. Arrodillado en el suelo, se limitaba a mirar fijamente una jofaina llena de agua cristalina. Cuando la luz de la luna tocó el agua, inmediatamente una figura femenina emergió de la jofaina. Senatha reconoció enseguida a Scathach, pero Cernunnos la abrazó apasionadamente como si se tratara de Danu.
Al día siguiente Senatha fue a ver a su rey par informarle de lo que había descubierto. Pero Cernunnos no recordaba nada de lo ocurrido y se negó a creerle. Así pues Senatha le pidió que no tocara su comida durante ese día, pues sospechaba que ese era el origen de sus males. Aún permaneciendo escéptico, Cernunnos aceptó sin embargo seguir el consejo del druida.
Esa misma noche Cernunnos encontró muy extraño el súbito sopor de su amada, y cuando vio a Scathach aparecer desnuda ante él supo que Senatha había dicho la verdad.
Scathach vio enseguida que Cernunnos no se encontraba bajo la influencia de su droga, así que le dirigió una sonrisa desdeñosa.

- “Así que mi ardid ha sido descubierto. No importa, ¡el daño ya se ha hecho!” dijo, antes de prorrumpir en una cruel carcajada.

La sombría mirada que le dirigió Cernunnos no pareció impresionarla lo más mínimo, pese a la ira apenas contenida que transmitía.

- “No” - respondió el rey súbitamente - “estáis acabadas tú y tus brujerías. ¡Nunca más nos volverás a traer desgracias!”.

Al oír estas palabras Scathach rió incluso más fuerte.

- “¡Necio! ¿Qué crees que ocurrirá cuando Danu sepa que has traicionado su amor y has puesto tu semilla en otra?” - Scathach hizo una pausa para disfrutar de la expresión de incredulidad en el rostro de Cernunnos. - “Sí, llevo a tu hijo bastardo, y él será la prueba de tu infamia.”

- “Tu odio te hace tan ciega como estúpida, Scathach. Cuando sepa la verdad Danu me perdonará, pues ella me ama mucho más de lo que jamás te amó a ti cuando aún eras Lahn. Y nunca jamás volverá a ser tuya.”

Al oir estas palabras Scathach cayó en una desesperada furia, pues las palabras de Cernunnos le causaron un gran dolor. Sumergida en sus ansias de venganza tomó la espada del rey y, con un rápido movimiento que no pudo esquivar completamente, cortó el rostro de Cernunnos.
La herida era horrible de mirar. Su rostro estaba desfigurado con una brecha sangrante que iba de su frente a su mejilla, y su ojo derecho era sólo un agujero horripilante y escarlata.
Viendo lo que había hecho, Scathach recobró la calma y su compostura, retomando su pose orgullosa y desdeñosa. Pronunció entonces una profecía que volvería del revés para siempre las vidas de todos los habitantes de Aarklash.

- “El Apuesto Cornudo ya no lo es más. Cuando despierte, Danu tan sólo sentirá miedo y asco al ver tu rostro. Tu gente acabará dirigiéndose a ti con temor y espanto. Serás expulsado del trono y de tu tribu. ¡De ahora en adelante serás Cernunnos, la bestia errante!”.

Las palabras eran fuertes y el anatema se realizó.
Fue entonces cuando Danu despertó.
Cuando vio el rostro mutilado de su amante dejó escapar un grito de miedo que apuñaló a Cernunnos en el corazón como una flecha de hielo. Él supo entonces que la maldición de Scathach se convertiría en realidad y prefirió la soledad de una vida en el exilio antes que la humillación que le esperaba.
En el exterior, el reino de Scathach todavía cubría Avagddu de oscuridad. Evitando las luces de Kel-An-Tiraidh, Cernunnos huyó a las sombras para ocultarse en ellas para siempre.


CONTINUARÁ
4ª parte de 6

Traducido por: Winterblue
Fuente: Cry Havoc.