lunes, 16 de diciembre de 2013

Kel, o los Orígenes - 4/6

EL SUEÑO DE CERNUNNOS

En su sueño Cernunnos de nuevo adoptó la forma de ciervo y atravesó el bosque para decirle a su gente que pronto podrían empezar a vivir en paz.
Pero cuando llegó a Kel-An-Tiraidh no podía volver a asumir su forma humana y nadie entendía lo que quería decirles, aunque fue reconocido y su padre le dio la bienvenida sin ningún pesar.
Una hermosa mujer de cabellos marrones se presentó entonces a las puertas de la ciudad y dijo que traía un mensaje para el jefe de las gentes de Kel. Fue conducida al interior de la ciudad y cuando Avagd preguntó su nombre ella respondió que se llamaba Scathach, que significa tanto “morena” como “sombra”, y afirmaba ser narradora de historias y poetisa.

- “Si interpreto mi arte en tu hogar, ¿me ofrecerás tu hospitalidad?” Preguntó directamente.

Por aquellos tiempos era el deber de todo jefe Kelta satisfacer los deseos de bardos y trovadores que actuaran en sus hogares, y Avagd aceptó con mucho gusto la propuesta de Scathach.
La poetisa irrumpió entonces con una alegre canción y todo el mundo en la ciudad sintió una gran felicidad que embargaba sus corazones. Narró entonces una historia tan triste que muchos lloraron y se llenaron de congoja.
Cuando hubo terminado de entretenerles, Avagd preguntó qué es lo que quería como recompensa. Scathach respondió que una simple comida bastaría para recompensarla. Así pues, Avagd le preguntó qués es lo quería que le sirvieran para cenar. Sin dudarlo, Scathach se volvió hacia Cernunnos y pidió que mataran ese ciervo para servirlo en su cena.

- “No puedo darte ese ciervo, Scathach” - Respondió Avagd gravemente - “Pues se trata en realidad de mi propio hijo y me está prohibido ordenar su muerte.”

Furibunda, Scathach pronunció entonces estas palabras:

- “Ya que tú has rechazado el cumplir tus deberes de hospitalidad hacia mí, tus tierras se sumirán en las tinieblas y los tuyos conocerán el terror de un mundo sin luz.”

Con estas palabras el cielo se tornó oscuro y el disco solar fue reemplazado por la pálida y descorazonada luna.
Así, el mundo conoció su primera noche.
Pues Scathach no era otra que Lahn. Sintiendo celos de Cernunnos, pues hasta entonces él había sido el único en conocer el cálido abrazo de la diosa, había decidido vengarse castigando a las gentes de Kel.
Cuando Cernunnos despertó se dio cuenta de que todavía conservaba su aspecto humano. Primero pensó que lo que había visto tan sólo formaba parte de un mal sueño, pero entonces se apercibió de que la oscuridad que le rodeaba no estaba producida por las sombras del bosque. El sol había desaparecido realmente y fue entonces cuando comprendió el significado de su sueño. Una vez más él y los suyos habían sido traicionados por los dioses. En un acceso de ira incluso la idea de matar a Danu cruzó por su mente, pero su rabia no le pudo hacer olvidar el amor que sentía por ella. Consumido por el rencor destrozó el Crisol antes de regresar con su gente.


LA BATALLA FINAL

Cuando por fin alcanzó los lindes de Kel-An-Tiraidh la visión que se presentó ante sus ojos hizo que un escalofrío recorriera su espalda. La ciudad parecía un gigantesco brasero del cual se elevaban terribles gritos. Cientos de antorchas ardían en torno a los muros y al resplandor de las llamas Cernunnos pudo distinguir sangrientos forcejeos en las empalizadas.
Tan aterrorizados por la oscuridad como los Keltas, los Ogmananos y los centauros culparon de la desaparición del sol a la presencia de los invasores. Así pues decidieron que aquella noche significaría la aniquilación de los Keltas o de sí mismos, esta vez la retirada no era una opción. Lucharían a muerte y hasta el último hombre.
Lleno de rabia y tristeza al ver esta masacre, Cernunnos se arrojó a la refriega, con la esperanza de morir con su propia gente más que ninguna otra cosa. Pero ahora era el igual de los dioses y se dice que acabó con más de cien oponentes él solo.
Miles de valientes guerreros murieron esa noche en ambos bandos. El mismísimo Avagd murió, su cabeza partida por la mitad por el hacha de un centauro. Parecía que la muerte jamás se daría por satisfecha. Se derramó sangre hasta que la tierra no pudo absorberla y los guerreros continuaban luchando sobre un manto de cabezas y cadáveres.
Danu apareció entonces en el campo de batalla. Pálida y demacrada, llevaba dos criaturas recién nacidas contra su seno. Tras ella la seguía Cianath, quien también llevaba una tercera criatura en sus brazos.

Danu se presenta en la batalla ante Cernunnos llevando consigo a las Tres Bendiciones.

- “Basta” susurró la diosa casi sin aliento. Y su voz fue oída por todos. 

Su presencia era tan fuerte que el conflicto terminó inmediatamente y todos los ojos se volvieron hacia ella.

- “Basta de muertes” - continuó - “estoy cansada de ver mis tierras empapadas en sangre y cubiertas de huesos, cuando deberían empaparse de lluvia y cubrirse de trigo. ¡Gentes de Kel! Me habéis rechazado debido al miedo que tenéis a que os traicione, pero uno de vuestros hijos ha venido a mí. Y uniendo nuestros cuerpos hemos unido nuestros pueblos, pues le he concedido la inmortalidad de los dioses. Por ello nunca más deberéis tenernos aprehensión, pues uno de los vuestros es ahora nuestro igual. Y si incluso esto no fuera suficiente, entonces podéis darle vuestro amor a los frutos de nuestra unión.”

Cianath alzó entonces el bebé que llevaba en brazos a los cielos. Danu continuó.

- "Aquí están las tres hijas de aquel a quien vosotros llamáis Eladh. Sus nombres son Siobhan, Fiann y Neraidh. Al igual que yo, ellas jamás desistirán de intentar preservar esta tierra y las gentes nacidas en ella. Al igual que su padre, protegerán y guiarán a los hijos de Kel.”

Sin saber qué hacer frente a esta nueva situación, los Keltas permanecieron en silencio, esperando una señal de sus jefes.
Cernunnos, todavía cubierto de sangre por la batalla, dio un paso al frente de entre toda la multitud y avanzó entonces hacia Danu. Cuando la alcanzó, tomó una de las niñas en sus brazos y la miró durante unos instantes. Le habló entonces a Danu:

“Mi corazón está lleno de amor por ti y por estas niñas, Danu. Pero también está lleno de tristeza por todos aquellos que han caído hoy, y de miedo por mi gente. Por esto te pido una cosa más. Disipa la oscuridad que cubre el cielo y juro que mi gente vivirá para siempre en paz con la tuya.”

Danu estaba a punto de responder cuando Cianath empezó a hablar. Encarándose a Lahn, su padre, le dirigió esta petición.

- “¡Mira!” - gritó mientras levantaba al bebé. - “¡Mira los dones que nos ha traído la gente de Kel! Danu, quien una vez te dio hijos, ha dado ahora a luz a tres niñas. ¿Por qué dejar que la calamidad caiga sobre aquellos que nos han dado tal promesa de fertilidad?”

Lahn escuchó a su hijo y sus palabras le turbaron profundamente, pues se vio obligado a admitir que Cianath estaba en lo cierto. Y sin embargo las llamas de los celos hacia Cernunnos seguían ardiendo.
Y tal fue su calvario que acabó por dividirse en dos. Así nació Scathach, la encarnación del deseo de venganza de Lahn. Y desde ese momento en adelante ambos tendrían que luchar por el dominio de los cielos, durante el resto de la eternidad.
En aquel momento, desde el campo de batalla, los guerreros observaron el primer amanecer de toda Creación.
Volviéndose hacia su gente, Cernunnos habló entonces con una potente voz.

- “¡Hijos de Kel! Yo, Cernunnos, hijo de Avagd, juro sobre este nuevo día que olvidaré el odio que me ha enfrentado a las gentes de la Diosa del mismo modo que he renunciado a mi antiguo nombre. Pero los muertos no serán olvidados, y de ahora en adelante estas llanuras llevarán el nombre de Avagddu. ¡Así todos recordarán que el jefe que nos trajo hasta estas tierras cayó aquí luchando por su gente!”.

Un gran clamor saludó las palabras de Cernunnos. Entonces, levantando a su hija sobre su cabeza, continuó hablando.

“Que esta niña y sus hermanas sean los símbolos de una nueva era, pues nuestra sangre fluye por sus venas, así como la de los dioses.”


EL LANGUIDECER DE CERNUNNOS

Tras la segunda batalla de Kel-An-Tiraidh los hijos de Kel declararon la paz con las gentes de Danu, y todos acordaron que Avaggdu fuera el nuevo nombre de estas tierras.
Cernunnos reinó sobre esta nueva nación Kelta al lado de Danu. Juntos dictaban justicia por el día y se convertían en amantes de nuevo cada noche, bajo la mirada llena de rencor de Scathach.
Una noche sin luna Scathach preparó dos pociones que mezcló con la cena de la pareja real. La primera provocó que Danu cayera en un profundo sopor. La segunda permitió a Scathach tomar el lugar de la Diosa en el lecho de Cernunnos sin que éste se diera cuenta. Así Cernunnos se emparejó con aquella que más deseaba su desgracia. Y esto sucedió cada noche durante varios ciclos.
Cada día Cernunnos se encontraba un poco más débil que el anterior. El joven rey fue perdiendo lentamente el gusto por el vino y las celebraciones. Su vigor le fue abandonando y pronto dejó de acompañar a su gente a las cacerías. Los suyos le veían desvanecerse y se encontraban impotentes ante tal situación… Y cada noche regresaba Scathach para robarle su fuerza y su virilidad.

Senatha era el único que sospechaba que la languidez de Cernunnos estaba provocada por algún tipo de mal. Una noche tomó la apariencia de un cuervo y se posó en el antepecho de la ventana de los aposentos de Cernunnos y Danu. Desde allí pudo ver con sus propios ojos los extraños eventos que sucedían cada noche. Danu yacía en un mullido lecho de pieles, tan profundamente dormida que cualquiera pensaría que estaba muerta. En cuanto a Cernunnos se encontraba en una especia de trance. Arrodillado en el suelo, se limitaba a mirar fijamente una jofaina llena de agua cristalina. Cuando la luz de la luna tocó el agua, inmediatamente una figura femenina emergió de la jofaina. Senatha reconoció enseguida a Scathach, pero Cernunnos la abrazó apasionadamente como si se tratara de Danu.
Al día siguiente Senatha fue a ver a su rey par informarle de lo que había descubierto. Pero Cernunnos no recordaba nada de lo ocurrido y se negó a creerle. Así pues Senatha le pidió que no tocara su comida durante ese día, pues sospechaba que ese era el origen de sus males. Aún permaneciendo escéptico, Cernunnos aceptó sin embargo seguir el consejo del druida.
Esa misma noche Cernunnos encontró muy extraño el súbito sopor de su amada, y cuando vio a Scathach aparecer desnuda ante él supo que Senatha había dicho la verdad.
Scathach vio enseguida que Cernunnos no se encontraba bajo la influencia de su droga, así que le dirigió una sonrisa desdeñosa.

- “Así que mi ardid ha sido descubierto. No importa, ¡el daño ya se ha hecho!” dijo, antes de prorrumpir en una cruel carcajada.

La sombría mirada que le dirigió Cernunnos no pareció impresionarla lo más mínimo, pese a la ira apenas contenida que transmitía.

- “No” - respondió el rey súbitamente - “estáis acabadas tú y tus brujerías. ¡Nunca más nos volverás a traer desgracias!”.

Al oír estas palabras Scathach rió incluso más fuerte.

- “¡Necio! ¿Qué crees que ocurrirá cuando Danu sepa que has traicionado su amor y has puesto tu semilla en otra?” - Scathach hizo una pausa para disfrutar de la expresión de incredulidad en el rostro de Cernunnos. - “Sí, llevo a tu hijo bastardo, y él será la prueba de tu infamia.”

- “Tu odio te hace tan ciega como estúpida, Scathach. Cuando sepa la verdad Danu me perdonará, pues ella me ama mucho más de lo que jamás te amó a ti cuando aún eras Lahn. Y nunca jamás volverá a ser tuya.”

Al oir estas palabras Scathach cayó en una desesperada furia, pues las palabras de Cernunnos le causaron un gran dolor. Sumergida en sus ansias de venganza tomó la espada del rey y, con un rápido movimiento que no pudo esquivar completamente, cortó el rostro de Cernunnos.
La herida era horrible de mirar. Su rostro estaba desfigurado con una brecha sangrante que iba de su frente a su mejilla, y su ojo derecho era sólo un agujero horripilante y escarlata.
Viendo lo que había hecho, Scathach recobró la calma y su compostura, retomando su pose orgullosa y desdeñosa. Pronunció entonces una profecía que volvería del revés para siempre las vidas de todos los habitantes de Aarklash.

- “El Apuesto Cornudo ya no lo es más. Cuando despierte, Danu tan sólo sentirá miedo y asco al ver tu rostro. Tu gente acabará dirigiéndose a ti con temor y espanto. Serás expulsado del trono y de tu tribu. ¡De ahora en adelante serás Cernunnos, la bestia errante!”.

Las palabras eran fuertes y el anatema se realizó.
Fue entonces cuando Danu despertó.
Cuando vio el rostro mutilado de su amante dejó escapar un grito de miedo que apuñaló a Cernunnos en el corazón como una flecha de hielo. Él supo entonces que la maldición de Scathach se convertiría en realidad y prefirió la soledad de una vida en el exilio antes que la humillación que le esperaba.
En el exterior, el reino de Scathach todavía cubría Avagddu de oscuridad. Evitando las luces de Kel-An-Tiraidh, Cernunnos huyó a las sombras para ocultarse en ellas para siempre.


CONTINUARÁ
4ª parte de 6

Traducido por: Winterblue
Fuente: Cry Havoc.

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